Esta mañana recibí, con profunda tristeza, la noticia del fallecimiento de mi hermana del alma, Isabel Montero de la Cámara, Embajadora de Costa Rica en Suiza. Después de pensarlo bien, decidí recuperar para ustedes nuestra conversación en mayo del 2012, cuando fue mi invitada en el restaurante Carpe Diem, para mi página gastronómica, Escargot, en el periódico El Financiero.
Frente a la maravillosa comida (sofisticada cocina italiana tradicional, revisitada en clave moderna), fue un deleite conversar con Isabel, una mujer inclaudicable, valiente, de una pieza, con una vasta cultura bien digerida y una conversación amena; además de tener una impresionante hoja de vida en el Servicio Exterior.
Al lado de las distinciones que el ejercicio de la diplomacia le mereció, brilla su Premio Nacional de Teatro, una actividad que le deparó grandes satisfacciones y amistades de toda una vida.
Ese día del almuerzo, hace ya ocho años, comenzamos la conversación con una pregunta que hace tiempo quería hacerle a doña Isabel:
—“Como, embajadora de carrera, ¿considera que se ha avanzado realmente en la profesionalización de nuestro servicio diplomático?”.
—“No todo lo que se hubiera podido, si realmente se hubiera dado eso que llaman ‘voluntad política’. Han existido iniciativas y comisiones en los últimos veinte años que apenas han logrado pequeños avances; algunas sentencias de la Sala IV, que han reforzado la carrera diplomática; y un Estatuto que, aunque tiene sus años, sigue siendo válido y actual en la mayoría de sus artículos. Solo necesita pequeños ajustes, pero no cambios radicales. Estos deben de darse en otra esfera, fuera de la mentalidad de la política partidista y el espíritu de premiación a los allegados”.
El tema apenas despuntaba y quisimos saber qué pensaba la Embajadora Montero de aquellos funcionarios que no poseen carrera diplomática. Su respuesta nos aclaró su criterio, con contundencia:
—“No quiero decir que no existan excelentes embajadores políticos, cuyo único defecto es el no pertenecer a la carrera. Pero no debemos olvidar que un embajador de carrera es, por definición, una persona de confianza; no sigue una política partidista, sino una política de Estado. Su pensamiento es político, pero su partido es la bandera nacional”.
Por ser dos áreas tan diversas, el teatro y la diplomacia, quisimos saber si a doña Isabel le había servido de algo en su trabajo la experiencia en las tablas.
—“El que dijo que el mundo es un escenario y que los seres humanos somos actores, tenía razón”, afirmó. “Utilizar las dotes del camaleón, no para cambiar de color, sino para adaptarse al medio que lo rodea, que es parte de cualquier entrenamiento actoral, es de gran ayuda. Poder vencer timideces y pánicos escénicos y mostrar seguridad y distancia, cuando es necesario, es algo que no dejaré de agradecer a mis maestros de actuación, en mis retos como diplomática”.
En un país en el que hasta los funcionarios públicos se jactan de su desprecio al protocolo, no pudimos dejar de preguntarle a nuestra invitada si había encontrado dificultades como Directora Alterna de Protocolo y Ceremonial del Estado, cargo que ocupaba desde hacía cuatro años. Respondió con una sonrisa:
—“Por supuesto. Pero es simpático, pues por un lado se burlan del protocolo y por otro aparecen ‘Direcciones de Protocolo’ en diversas instituciones, con funcionario a su cabeza que ostenta el título de Jefe (o hasta Director) de Protocolo, olvidando que existe una única Dirección General en este ámbito. Eso complica de manera innecesaria las labores de la Dirección, pues se pierde mucho tiempo en poner orden en lo que, por mandato de ley, ya debería estar muy claro”.
Como sabía muy bien que Montero saltaba del español al inglés, al francés o al alemán, de una manera impecable, y que era fluida en otros idiomas, le pregunté si esto había sido realmente una herramienta útil para ella, ya que se conocen muchos casos de funcionarios que se van a países cuyo idioma no dominan.
Su respuesta fue muy aclaradora y bien dimensionada:
—“El conocimiento de un idioma es más que el simple ejercicio académico de expresarse en él o leerlo bien. Conlleva un conocimiento de la cultura del país en cuestión y de su historia, impulsa a apreciar el sitio al que se ha sido destinado, a conocer su idiosincracia”.
“Sin esos puntos (el aprecio y el conocimiento del destino)”, añadió la embajadora, “un diplomático está perdido, fuera de lugar, y no podrá –salvo honrosas excepciones– realizar una labor realmente provechosa para el país que representa. Esta es una de las razones por las que los países más avanzados capacitan a sus funcionarios en idioma, historia, geopolítica, cultura y otras áreas del lugar al que van a ser enviados. Ya estamos avanzando aquí en esa dirección”.
Algunos piensan, dado el pequeño tamaño de nuestro territorio y su peso internacional, que ser embajador de Costa Rica consiste solamente en asistir a fiestas y recepciones. Sobre esto, pedimos la opinión a nuestra invitada, y expresó:
—“Las relaciones de Costa Rica con cada uno de los otros países donde estamos representados, tienen una dinámica propia, dependiendo de los intereses comunes o antagónicos de cada uno. El comprender esto y servir de puente para acercar posiciones son, para mí, dos de las más importantes funciones de un diplomático. La asistencia a recepciones, cenas y demás actividades sociales puede, bien aplicada, ser una de las muchas formas de cruzar ese puente. Pero no nos dejemos engañar por nuestro tamaño. Nuestro peso político internacional no depende de cuántos kilómetros cuadrados tengamos”.
Y agregó contundente, ya para terminar nuestra entrevista, finalizado el delicioso almuerzo que le mereció al restaurante la nota máxima de cinco caracoles:
—“Guardando las debidas distancias, podemos compararnos en esto con otros países pequeños, de Europa y América Latina: somos pequeños grandes países”.
Nuestro más reciente contacto con la querida Embajadora hace apenas tres días, fue por Whattsapp, por donde me envió desde Alemania un video de un concierto hecho como tributo a la cantante peruana Chabuca Granda. Nunca más oiré a Chabuca, sin pensar en Isabel, al igual que con tantas otras cosas que cimentaron nuestra amistad de décadas.
Breve CV de Isabel Montero De la Cámara
Cursó estudios de Filosofía en la Universidad de Costa Rica y de Artes dramáticas en París. Ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto el 18 de junio de 1974 y a la carrera diplomática en 1990.
Desempeñó cargos diplomáticos en Alemania y Suiza y en la sede central de la Cancillería. De 1998 a 2005 fue Embajadora de Costa Rica en Suiza y concurrente en Liechenstein. De 2003 a 2005 fue nombrada concurrente en Austria, Eslovaquia y Eslovenia.
De 2005 a 2007 fue Directora de Culto en la Cancillería costarricense y mantuvo la condición de Embajadora no residente en Liechenstein. En 2007 fue nombrada Embajadora de Costa Rica en Rusia.
En 2008 fue nombrada Directora General Alterna de Protocolo y Ceremonial del Estado. Desde 2012 hasta la actualidad, fue Embajadora en Suiza y Liechtenstein y desde 2013, Embajadora concurrente en Polonia. Fue condecorada por Alemania con la Gran Cruz de Servicio de la Orden del Mérito Civil.
Destacó en el campo de la dramaturgia y obtuvo el Premio Nacional de Teatro.