No voy a contarles la novela más reciente del escritor Santiago Porras. La deben leer ustedes, para acercarse a la vida de las haciendas del Guanacaste en un tiempo indeterminado, que a veces nos transporta a finales del siglo XIX y principios del XX, y a ratos nos parece que fue ayer. Pero les voy a dar un abrebocas.
Entre los personajes protagónicos, con voz propia en la obra, está una casona muy real y duradera, tanto así, que sigue presidiendo sobre su reino después de más de ciento treinta años, acompañada del matapalo, escultura vegetal que es metáfora de fondo de la novela.
Situada entre Cañas y Bagaces, fue regalo del presidente de la República Bernardo Soto Alfaro a su esposa doña Pacífica Fernández (cuyo nombre lleva el lugar), allá por el año 1888.
En la construcción se usaron maderas de la zona y en su corredor volado, hecho de cedro, se sentó muchas veces la dueña y disfrutó del frescor de las tejas y la sinfonía de los sonidos del campo.
Hasta allí, permanecemos en el terreno de la historia. Pero Abrazos de Matapalo es un tejido transparente, aunque fuerte y cuidadosamente elaborado, entre hilos de realidad y de ficción que no pretende retratar a ninguna familia específica de carne y hueso.
Aunque es una tentación explicable el ponerles nombres y apellidos reales a los distintos personajes, debe quedar claro que se trata de una novela. Hay que decir que el autor no ha escrito una biografía, sino que más bien quiere brindar, a veces con brochazos indignados y otras con pinceladas primorosas (casi diríamos que de acuarela), la pintura de una época de nuestra sociedad, narrada desde las vicisitudes de los de abajo y de las mujeres de todos los segmentos sociales. Igualmente exhibe las prerrogativas de los varones, tanto de los sectores más poderosos, política y económicamente, como de sus subalternos.
Todos los personajes principales son bien dibujados arquetipos. Empecemos por la Patrona. Esta, una dama de la clase alta, educada, con criterio propio y sentidos despiertos, es amante de las plantas, los árboles (especialmente del guachipelín y del matapalo, al lado del cual decidió que estuviera la casona) y le gustan las flores coloridas y fragantes.
Mas cuando nos habla de sí misma, lo hace casi flotando sobre las ramas del matapalo. La suya es una mirada en la que conviven la intensidad y el desapego, quizás porque se sabe viviendo una vida que no hubiera deseado. La marcó para siempre el haber sido empujada por su familia a un matrimonio de conveniencia con el General, quien la luce como un trofeo. La voz de la Pancha, por su parte, llega de las entrañas de la misma tierra, brotando con la fuerza del pasto o del maizal, sin filtro alguno.
Pero las dos son oprimidas, de maneras diversas, en una sociedad patriarcal en la que, como mujeres, representan papeles secundarios.
Empleada y patrona llegan a ser tan cercanas, que hay entre ellas largas conversaciones sobre sus vidas y aconteceres, unidas, señala el autor, por su condición de mujeres sometidas a los hombres. La relación entre ambas desborda los lugares distantes que cada una ocupa en la escala social, hasta sustentar una alianza poderosa.
Es arquetípico también el General —esposo de la Patrona—; y lo es el primer amor desdichado de la dama, que aunque su nombre brote de inmediato en la lectura que pueden hacer de este libro historiadores, profesionales y amateurs —satisfechos de atisbar por allí a otra figura histórica más que famosa—, su mito es demasiado grande para encajárselo a una sola persona.
Al recordarlo, nos dice la Patrona que era: “todo un caballero que sabía tratar a una dama, con una conversación amena y culta… Además era un brillante intelectual y también con un promisorio futuro en la política nacional (vaticinio que se cumplió con creces años más tarde)”.
El General es un terrateniente, no solo detentador del poder económico que le dan sus haciendas, incluídos los campesinos que trabajan bajo su égida, sino que también es parte importante de la pequeña élite que ostenta el poder politico.
En palabras de su esposa, cuando se comprometieron “el General era lo que se conocía como un buen partido: joven, apuesto, inteligente, ya había hecho una brillante carrera en el ejército y todo apuntaba a que, tarde o temprano, se haría con el poder, como a la postre sucedió. Pero un hombre así, como se lo escuché decir a sus amigos después, era mucho hombre para una sola mujer”. De eso estaba convencido el hacendado y no perdía el tiempo en delicadezas; y ella miraba sin ver.
Pero de todo esto no digo más, ya que cada palabra puede ser un spoiler. Pasemos a otro tema.
La cocina en Abrazos de matapalo
Para reflejar el diario vivir, Santiago Porras utiliza varias menciones a la alimentación de la hacienda. Por ejemplo, cuando el General, que era muy delicado con la comida, llegaba con sus amigos josefinos a la finca, se acostumbraba que los peones mataran un novillo gordo, lo asaran y las muchachas se los sirvieran con tortillas.
Las mejores tortillas eran las de la Pancha, que las palmeaba con las manos, al aire, y le quedaban grandes, gruesas y bien redonditas. A la Patrona, mimándola, se las desmenuzaba a veces para las sopas de leche, con su pizca de sal, bien doradas y aún crujientes.
No faltaban las carnes, que se salaban y se ahumaban encima del fogón, ni los quesos secos, ni las tapas de dulce.
Detrás de la pila de la cocina, para aprovechar el agua, tenían unas eras con plantas de orégano, chile y culantro, con los que le daban sabor a las comidas.
Pero nada como los yoles que preparaba José Ana, el mandador, en época de elotes. Tamalitos de elotes tiernos, desgranados con cuchillo y molidos luego en metate, bien aliñados, envueltos en sus hojas, que se amarraban de a dos y se cocinaban en agua hirviente en una olla grande de hierro, justo como los hacen actualmente en el Guanacaste.
Los dejo con su aroma y su brillante color amarillo, el favorito de la Patrona.
Una novela maravilloso de un escritor fantástico siempre en busca de lo bueno del mundo, de la naturaleza , del folklore de su bella Costa Rica con similitudes en Ecuador y en toda America Latina!
Una impresionante novela del realismo màgico que tanta falta nos hace para disfrutar de la vida!!