Dra. Marjorie Ross
Ni es cierto que se trate de un ritual satánico, ni tampoco que nos llegó de USA. Tanto en América Latina como en Europa, la fiesta se remonta siglos atrás y es la más reciente versión, secularizada, de una festividad religiosa católica.
He publicado antes versiones de este artículo, pero cada vez se hace más necesario desempolvarlo, dado el fanatismo y la intolerancia que priva en ciertos grupos organizados.
Es que los creyentes de varias religiones ven con malos ojos los atuendos y dulces del 31 de octubre. Los fundamentalistas, incluso consideran que disfrazarse y divertirse a propósito de esa fecha — víspera del Día de Todos los Santos—, es diabólico y satánico. Este año 2019 hasta han hecho videos con niños y niñas atacando verbalmente a otros menores por celebrar la festividad.
Para otros opositores a la celebración, significa abandonar nuestras tradiciones para abrazar costumbres y rituales estadounidenses, etiquetados bajo el término inglés Halloween, un vocablo que aquí vino para quedarse, desde las primeras décadas del siglo pasado.
Pero no es cierto que se trata de un ritual satánico, ni tampoco que nos llegó de los Estados Unidos. Tanto en Europa como en América Latina la fiesta se remonta siglos atrás y es la más reciente versión, secularizada, de una festividad religiosa católica, tendiente a sacar del purgatorio a las ánimas de los difuntos.
Por ese lado, aunque para analizarlo la ignorancia y el fanatismo sean malos consejeros, lejos de ser demoníaco, el ritual más bien estaría del lado de los piadosos.
En la Cartago colonial
No fueron los estadounidenses, sino más bien los españoles, quienes trajeron la tradición hasta estas tierras. En numerosas localidades del Viejo continente, para la víspera de Todos los santos se ha mantenido la costumbre — al menos desde el siglo IX, al parecer— , de pedir dulces o pasteles casa por casa y de amenazar a los ocupantes que no respondan con generosidad.
En las empedradas calles de Cartago, antigua capital colonial de Costa Rica, se coreaba la última noche de octubre la siguiente estrofa:
“Ángeles somos, del cielo venimos, limosna pedimos, y si no nos dan, puertas y ventanas nos la pagarán”.
Reseñaba el periodista costarricense Francisco María Núñez, que esa noche las oscuras calles de la Vieja Metrópoli y otras ciudades de Costa Rica se llenaban del sonido de una persistente campanilla, cuyo portador iba al frente de un lúgubre desfile. Detrás de él, cada participante portaba su farol grande, colgado de un palo. En cada lado del farol, calaveras y fémures ponían la nota dramática. Si se tenía a mano una estampa del purgatorio, en la que se viera el sobrecogedor sufrimiento de las almas en pena, también se añadía.
Con voces cavernosas, los devotos iban de casa en casa pidiendo “una limosnita para las ánimas del santo purgatorio, por el amor de Dios”.
Por las puertas, apenas entreabiertas, misteriosas manos entregaban golosinas, entre ellas, yemitas de huevo y suspiros (golosinas de azúcar y clara de huevo, llamadas entonces suspiros de las ánimas), sabedoras de que, en caso contrario, del manto de la noche surgiría la amenaza de hacer algún daño, poco menos que inocente, contra aquella morada.
¿Por qué las candelas, faroles y luces?
Para iluminar el macabro cortejo, al lado de los faroles se usaban grandes antorchas. Estas servían para guiar a los muertos para que no se perdieran de camino, ya que se pensaba que esa noche salían a visitar a sus deudos, para renovar conexiones de familia, de amistad y devoción.
Como acompañamiento al sonido de la campanilla, que tenía por objeto alejar a los espíritus malignos, estaba el golpe que producía el choque de los huesos de animales que muchos portaban, tanto para hacer ruido como para causar miedo.
La ocasión se convertía en pretexto para que los jovenzuelos hicieran sus travesuras, amparados detrás de la santa intención de librar de los tormentos a los antepasados propios y ajenos. Si no había respuesta positiva a sus demandas, surgía la amenaza: Ángeles somos, del cielo venimos, limosna pedimos y si no nos dan, puertas y ventanas nos la pagarán, equivalente al anglosajón trick or treat (traducido libremente: regalo o venganza), con que se amenazaba a quienes mantenían sus puertas cerradas, imperturbables ante el desfile de farolas y calaveras.
El historiador Luis Ferrero Acosta (Costa Rica 1930-2005) me contó haber recitado esos textos en su infancia en Orotina, en donde la tradición estuvo viva hasta bien entrado el siglo veinte (al igual que en Sánchez de Curridabat, varios poblados de Cartago, el valle de Barva y San Ramón, etc., según otros entrevistados).
Si había buena respuesta, el generoso era recompensado con otra estrofa: Esta limosna que has dado con amor y con anhelo, será la primera escala para que subas al cielo.
Pero si surgía una respuesta negativa, o simplemente se ignoraba a los solicitantes, se oían de nuevo las voces irónicas:
¿De qué les sirve, señores, tanta pompa y hermosura, si todo lo han de dejar al pie de la sepultura?
¿Por qué los disfraces?
Sobre la presencia de disfraces en la festividad hay varias teorías, no necesariamente excluyentes. Por un lado, se trata de repetir los hábitos luctuosos, sombreros y embozos de color negro, con los que desfilaban para esas fechas en la Edad Media y que se han ido identificando también con el personaje complejo de la bruja. Los trajes blancos y fantasmales eran reminiscencias del sudario con el que se sepultaba a los muertos.
Las mascaras, artículos de uso frecuente en aquellas épocas, protección contra los espíritus del mal. Basta con mirar los atuendos de penitentes y afligidos en algunas celebraciones de Semana Santa en países católicos, para que se evidencie la relación.
Otros señalan que los celtas se cubrían con pieles de animales, para evitar que los espíritus menos amistositos los visitaran, y que ensuciaban sus moradas para hacérselas poco acogedoras a esos espantos. Los disfraces serían, para ellos, un uso moderno del mismo truco protector.
Una sola mención a la calabaza: no nos resultan extrañas las cucurbitáceas, porque desde tiempos prehispánicos ha habido en nuestro suelo una gran variedad de ellas, que han sido talladas y usadas de maneras diversas. En regiones como San Pedro de Poás, la tradición oral ha transmitido el recuerdo de días anteriores a la llegada de la luz eléctrica, cuando eran los ayotes los portavelas preferidos.
Los tiempos pasan, las tradiciones se transforman y se globalizan; pero la gama de sentimientos humanos que se desencadena ante la inevitabilidad de la muerte, con Halloween, Fiesta de las ánimas o Día de muertos, más la inagotable sed de travesuras de niños y jóvenes, hará que este tipo de actividades resurjan una y otra vez.
Los valores: de respeto —y memoria viva— por quienes ya se fueron; de la fiesta y la convivencia; de la tolerancia y la celebración comunitaria, así como el elemento lúdico del disfraz, la sorpresa y el alimento compartido, están allí, para ser recuperados, con base en el respeto a las creencias y valores de cada quien.
En esto, como en todo, es importante volver la mirada hacia nuestras raíces y reencontrar el origen de la fiesta en nuestra propia identidad pluricultural.
También lo es el tener un encuentro desenfadado con la muerte, a la que los costarricenses parecemos mirar con tal respeto, que hasta su nombre se nos torna impronunciable.
Entre más comemos, mejor para los difuntos
Lo comestible es parte importante de la celebración en todo el mundo. Los pobladores originales en el territorio americano concibieron un conjunto de dioses relacionados con lo alimentos a los que les dedicaban complejos rituales, con ingredientes y platillos especiales. Muchas características de esos ritos perviven, con otras formas de representación y asociados a diversos símbolos. Los que se relacionan con la muerte son algunos de ellos, usualmente con fuertes elementos de sincretismo y mestizaje cultural.
En México la celebración tiene dos aristas: se honra a todos los santos anónimos y a los angelitos, niños fallecidos, que según la tradición vienen a visitar a sus familias, con permiso de Dios.
Señala la investigadora mexicana Elsa Malvido, de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que el día de Todos los Santos, colocaban en las iglesias europeas un inmenso altar, en el que se exhibía el ara, esto es, las reliquias de personajes santos que cada iglesia poseía en sus altares. Podían ser huesos, cráneos u otros restos, la tierra donde fueron enterrados o una parte de la ropa que portaban. Para Malvido, ese es el antecedente principal del altar de muertos de México y otros países latinoamericanos, que allá se unió a elementos prehispánicos, “tales como los tzompantli llenos de calaveras, el mes de su calendario dedicado a los muertos y su absoluta despreocupación por la muerte como lo demuestran los sacrificios y las guerras floridas”.
Los pueblos precolombinos recordaban a sus difuntos en dos fechas especiales de su calendario: Ochpaniztli y Teotlecolo, una de las cuales se dedicaba a los muertecitos (nuestros angelitos), y la otra a los muertos adultos. En ambas había depósito de ofrendas de flores y se preparaban platillos especiales, en una época del año en que recién se recogían las cosechas: fines de octubre y principios de noviembre.
Actualmente los niños salen a la calle para pedir su calaverita, un regalo, dinero o una calavera de chocolate o azúcar. Luego se cena en familia. Los platos más tradicionales son arroz con frijoles, pollo o carne con mole, calabazas (ayotes) con canela y azúcar moreno, y batatas (camotes). Calaveras y esqueletos eran representados en el arte prehispánico mexicano, particularmente en la civilización azteca. Las calaveras además son pieza importante en la configuración del altar, que se decora con diferentes colores. Los nombres pueden añadirse a las calaveras y los niños se los intercambian con los amigos.Cada estado mexicano homenajea a sus difuntos de una manera original, pero todos lo hacen mediante el convivio, en el que los vivos difrutan y recuerdan a los difuntos. La “huesuda” no les quita el sueño
En Guatemala se celebra el primero de noviembre el Día de Todos los Santos y el 2, el Día de los difuntos, aunque ambas festividades se han ido fusionando a lo largo de los años. Barriletes o papalotes que suben al cielo con mensajes personales, comidas en los cementerios, velas y recuerdos caracterizan estas fiestas en ese país.
Allí, el punto central de la visita a la morada de los muertos es la comida de las cabeceras. Con ese nombre se conoce a los alimentos que llevan para comer junto a las tumbas, en la dirección en que fue enterrada la cabeza de los difuntos. En la región central y oriental de Guatemala la cabecera es el plato tradicional llamado fiambre, que se acompaña de alguna bebida alcohólica transparente, como el ron o el aguardiente. En otras partes llevan platillos de verduras, como güisquil (chayote), ayote y maíz, junto con postres de jocote, ayote o garbanzos en miel.
Plato compuesto por un encurtido de vegetales, diversas carnes y embutidos, el fiambre es expresión de la tradición culinaria guatemalteca y símbolo de su pluriculturalidad. En la región central se hace mezclado con remolacha, lo que le da un color morado. En la zona de Quetzaltenango y Quiché, granos como el maíz y la cebada le dan un sabor agridulce. En Jalapa, Zacapa y Santa Rosa se separan las carnes y las verduras, a la manera que llaman “divorciada”. En Comalapa se prepara el “cocimiento”, hecho a base de elote, güicoy (zapallo) y güisquil (chayote) hervidos, acompañados de atol de elote y cusha, una bebida embriagante. Elote, camote y güisquil asados son servidos en San Pedro La Laguna, Sololá.
En lugares como San Juan Sacatepéquez, Salcajá y Todos Santos Cuchumatán, los jóvenes van a comer ayote y jocotes en las tumbas de los difuntos que carecen de parientes que los visiten.
En Belice se le llama Día de los difuntos y en su celebración la cultura maya se une con prácticas religiosas europeas. Los familiares hacen ofrendas de alimentos y objetos en las tumbas de sus seres queridos, con la creencia de que ellos las necesitan en la otra vida.
En El Salvador se consumen hojuelas de maíz con miel, en el que llaman Día de los Santos Difuntos, fecha en la que se adornan los cementerios con extraordinaria profusión de flores naturales y de papel. Algunas de las tumbas quedan casi totalmente cubiertas por las decoraciones. En tiempos recientes, las acostumbradas ventas de comidas variadas han sido prohibidas en los camposantos y permitidas solo en los alrededores.
En Nicaragua pululan las ventas de platillos como el vigorón (combinación de yuca, chicharrón de cerdo, ensalada de repollo, tomate y chile), el chancho frito con tortilla, y bebidas (cacao con leche, cebada, tamarindo con linaza) y los raspados (granizados), entre otros. Al igual que en Belice, la tradición señala que los difuntos regresan ese día para disfrutar los alimentos y vestir la ropa de su predilección. El telón de fondo es la música mexicana, y los mariachis interpretan temas muy populares, como “El Rey”, de José Alfredo Jiménez o “Amor eterno” de Juan Gabriel. Muchos de los deudos se quedan a pasar la noche en el cementerio, iluminado con la luz de cientos de velas.
En algunos pueblos de Perú, en esos días dedicados a la memoria de los muertos, en las tierras altas se lleva comida a los camposantos. En las celebraciones opera, al igual que en México y Centroamérica, un sincretismo entre el culto prehispánico y elementos cristianos.
En Bolivia se preparan niños de pan, así como masitas y panes con figuras antropomorfas y zoomorfas. En Ecuador ocurre otro tanto. Algunas comunidades indígenas celebran aún la costumbre del Día de los Muertos de manera similar a Guatemala y Perú. Las familias se reúnen alrededor de una comida tradicional: guaguas de pan (con forma de niños, como en Bolivia), acompañadas con colada morada, una bebida hecha a base de maíz morado, moras y otras frutas. En algunas localidades les llevan también a los difuntos las armas y otros objetos que fueron valiosos para ellos.
Europa no se queda atrás.
Para James Frazer (La rama dorada), es posible que el consumo de comidas saladas y golosinas dulces sea un resabio de la antigua creencia de que los fallecidos entraban en los cuerpos de sus familiares y comían esos alimentos a través de ellos.
En España se preparan buñuelos de viento (es interesante recordar que la palabra ánima significa viento, en griego), espolvoreados de azúcar. También están los panecillos de la muerte de Mallorca, antecedente de los panecillos de mazapán, de los panellets (de almendras, azúcar y yema de huevo), de los huesos de santo (palitos de pasta de almendras) y del pan de muerto mexicano. Este se elabora con anís, azúcar, mantequilla, huevos, harina, levadura y cáscara de naranja, y se decora con tiras que simulan huesos.
En Bélgica, Alemania, Austria y otros lugares, ha sido tradición comer queques del ánima o pan del ánima, en beneficio de las almas de los parientes y de aquellos que obsequien las golosinas. En Amberes los colorean con azafrán, para simbolizar el fuego del purgatorio.
En algunos lugares de Alemania se ponen bebidas y comidas en las tumbas, para deleite de sus ocupantes y de los vivos.
En Italia, los dulces y otros regalos que se dan a los niños ese día se les entregan a nombre de sus parientes fallecidos, una forma de hacerles saber que los que ya se fueron siguen pensando en ellos.
Como la celebración se da en muchos sitios al inicio del invierno, hay que hacer acopio de energía y guardar para los meses venideros, por lo que la costumbre culinaria incluye muchos dulces, conservas y pastelillos.
La creencia popular es que por cada queque (dulce, fruta o pan) que comamos esa noche, sale un ánima del purgatorio. A ponerle bonito, entonces.
Muy interesante. No veo el nombre del autor. Don Leonardo Garnier dice que es de Marjorie Ross. De ser así, vale la pena destacarlo. Es la más seria investigadora de costumbrismos y tradiciones que hay en Costa Rica.
Efectivamente, don Dennis. Sin reservas es mi nuevo blog. Gracias por su amable opinión.
Leer. Deuteronomio 18:10-12
Me acuerdo que en Alemania uno celebra Todos Los Santos el 1 de Noviembre y todos las Almas el segundo con unos misa y visita al cementerio con flores y preparar las tumbas para el invierno!
Este Halloween solamente se ha copiado de los Estafos Unidos hace como 25 Años!
Gracias Marjorie, siempre tan acertada, qué linda investigación. Un agradable respiro en estos tiempos de odio a todos y a todo.
Excelente información que el prejuicio ha mantenido oculta . Gracias a la escritora Marjorie Ross por compartirla.
Súper interesante y pertinente en estas fechas. Mucho de lo que aquí se evidencia lo encontré disperso para poder escribir un texto dramático.
Gracias por refrescar, aclarar y confirmar. Un abrazo.
Lindo e informativo Marjorie. Me encantó! Me llevaste por los lugares llenos de colorido o lúgubres según el acontecimiento y la historia. Gracias!
Muy interesante. Gracias por esta valiosa información.
Creo que se trata de disimular o disfrazar su trasfondo espiritista. Contextualizando o moldeando tal celebración con la ideosincracia costarricense…
Muy interesante recopilación de hechos históricos gracias por aclarar las dudas respecto
Exquisita investigación. Gracias por darse a la tarea de educar con argumentos.
El hecho de recoger datos de aquí y de allá, no cambia lo nefasto de este tipo de celebraciones cargadas de sincretismo/relativismo, caldo de cultivo para aceptar cualquier ocurrencia alejada de la verdad. Alusión a la muerte y la superstición que intenta desmistificar sin lograrlo, la evocación al mundo espiritual maligno, quiéranlo o no, dominado por satanás y las tinieblas, lástima que el escritor no habló de los rituales diabólicos, sacrificios de niños y pactos de destrucción que subyacen a esta “fiesta” pagana.
Interesante y oportuno. Muchas gracias.
Muy bien por el artículo! Gracias por educarnos doña Marjorie.
Excelente artículo y cada vez mejor documentado . Gracias por actualizarlo .
Excelente reseña, muy explicativa, y aclara muchos mitos que se han desarrollado al respecto.
Conocí este documento gracias a mi profesora, Flor Gallardo.
Simplemente me encantó…
Solamente me hicieron falta las referencias. Pero estoy claro que esto es un mero formalismo en un artículo personal (de opinión).
Que bonita recolección histórica!!
Me encantó conocer lo que decían en esos tiempos, simpatiquísimo !!
Gracias por un excelente trabajo .!
De aprender nunca se cansa el alma ni el cuerpo ….. Gracias por informarnos
Gracias Marjorie por tanto dato histórico y tradiciones católicas de antaño, que yo confieso no conocía. Como estuve en la escuela estadounidense, sólo sabía de las tradiciones celtas y de los druídas, el año nuevo Samjhein como origen del halloween o “All Hallows Eve”.(ver http://www.thewhitegoddess.co.uk/the_wheel_of_the_year/samhain.asp… y siempre me pregunté sobre los orígenes de los dos primeros días de noviembre : de todos los santos y de los fieles difuntos, que está bien explicado también en https://es.wikipedia.org/wiki/Conmemoraci%C3%B3n_de_los_Fieles_Difuntos#Antecedentes
Gracias por incorporar esta fiesta tal como lo hacían los abuelos, a la cultura globalizada, para mantener nuestra identidad.