No se puede dejar de mencionar la proveniencia celta de la celebración del Halloween. Una corta pincelada sobre ello daremos hoy.
Comencenos por decir que en la localidad de Tajuenco, en Soria (España), que fuera corazón de la Celtiberia –donde quedaba la célebre Numancia–, desde la época medieval se festeja de manera parecida a la Costa Rica de otros tiempos. (Para este último tema, pueden consultar https://sinreservas.cr/de-donde-viene-el-halloween/).
Durante el desfile, se corean varias cuartetas para ahuyentar a los fantasmas:
A las ánimas darás/ limosna cuando pudieres/ y lo mismo desearías/ si con ellas estuvieres./
Los afanes de este mundo/ a esto vienen a parar/ si comprendes nuestras penas/ os libraré de pecar./
Mirad cristianos: que Dios/ agradece la limosna/ y nos da ciento por uno/ en premio de eterna gloria./
Por las ánimas benditas/ todos hemos de rogar/ que Dios las saque de penas/ y las lleve a descansar.
Al terminar el ritual, el sacristán reparte pastelillos y vino entre los asistentes. Es que la panadería y la dulcería están muy relacionados con la celebración de esa noche en España, al igual que en la todos los otros países que lo conmemoran.
Si hacemos una lista de lo que se consume, figuran en lugar de honor los panellets (que tienen primer lugar para esa fecha en otras ciudades también, y que son unos dulces de varias formas, hechos con almendras y camote, con diversos sabores, entre ellos: café, coco y cacao; los huesos de santo (de mazapán) y los buñuelos de viento ( que, entre otros ingredientes, llevan harina, fécula de maíz y leche, vainilla y cáscara de limón).
Antiguamente, las velas se llevaban en los desfiles dentro de faroles con forma de calavera; actualmente se portan en farolillos, tinajas de barro o calabazas, que son muy populares y se han convertido en símbolo planetario de la celebración.
Como ha señalado Elena Belauntzarán, en Guipuzkoa también se celebra la Noche negra o la Gau Beltza, desde tiempos idos y ha tenido un repunte en los últimos años. Ella nos cuenta en un artículo del Diario Vasco, que era una costumbre muy extendida en muchos pueblos hasta mediados del siglo XX. Sobre todo en las zonas rurales y en los caseríos se mantuvo la tradición de vaciar calabazas, patatas y remolachas para introducir velas la víspera del día de Todos los Santos. Ese día, las familias comían castañas y, en muchos casos, los niños también iban pidiendo dulces de casa en casa.
Durante siglos, ha sido una noche para recordar a los antepasados que nos han precedido en el viaje final y ahuyentar a los malos espíritus. Los celtas realizaban diversos rituales. Aún hoy, en otros lugares de España, como señala Daniel Climent, se encienden fuegos a los que se acreditan propiedades mágicas, las mariposetes de la noche del 31 de octubre, lucecitas especiales que arden flotando sobre una capa de aceite los días de Todos los Santos y de Difuntos y que sirven para señalar a las almas el camino hacia su casa.
Dentro de la larga lista de esos “todos” los santos que se conmemoran el 1 de noviembre y su víspera, son legión los niños muertos en la infancia -que no necesitan ni escalera para subir al Cielo-, y a los que se les llama angelitos. La vela del angelito es una costumbre todavía arraigada en Costa Rica, sobre todo en sectores rurales.
Es oportuno mencionar estas tradiciones, porque con frecuencia se tiende a relacionar lo celta solamente con Irlanda o con algún otro sitio de las islas británicas y no estamos conscientes de nuestras propias raíces celtíberas.
En Francia, en el siglo X, Odilón, el Abad de Cluny, quiso instituir la fiesta de los muertos, una fecha en que se rezara e intercediera por los fieles difuntos, a cuya salvación estaba dedicada una cofradía de su orden. Hábil estratega, tuvo la idea de fecharla el primero de noviembre. Como todas las fiestas mayores católicas, esta requiere una vigilia para su preparación –que coincidió con el 31 de octubre y el Samhein celta–, dedicado a procesiones y desfiles destinados a salvar a las ánimas del Purgatorio, que conforman la iglesia purgante, compuesta por los difuntos que necesitan purificación antes de entrar en el cielo. El 2 de noviembre se reza para que lo logren. A los santos, ya glorificados en el cielo, les rezan el 1 de noviembre. De manera que la celebración se inicia la víspera del día de Todos los santos y sigue hasta el 2 de noviembre.
Fue la tradición europea, como hemos dicho antes en este mismo sitio, en su versión hispana, la que llegó primero y con más fuerza a nuestro país, en las carabelas españolas –junto con la religión católica–, y persistió, con apenas variantes, hasta la primera mitad del siglo pasado. Por eso no fue difícil que se adoptara después, la versión estadounidense del Halloween, reforzada por la venta de una gran cantidad de artículos relacionados.