Quiero compartir con ustedes el texto que escribí como prólogo del la obra poética antológica de Mariamalia Sotela, titulada “Abordajes”, publicada por la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED), de Costa Rica.
Pero antes debo referirme brevemente a la autora. Mariamalia es una artista polifacética, la que igual se adueña de la palabra con la pluma, o reinventa las flores y el paisaje en acuarelas que nos enamoran. La misma que se atreve a hablarle hasta a un muerto y que llega a las ciudades dispuesta a comérselas con los ojos. Y, ahora sí, hablemos de “Abordajes”.
Una voz poética consistente
Transitar por esta muestra antológica de la poesía de Mariamalia Sotela es asomarse a un mundo singular, pintado por alguien que no ha perdido la sabiduría originaria del asombro. Tampoco la mirada delicada y transparente con la que aprendió a ver desde la infancia. Mirada que, con intuitiva sabiduría, ha logrado conservar con el mismo brillo, a través de un largo tránsito por bosques polícromos y montañas oscuras, en los que va “siempre adivinando insectos escondidos bajo la yerba de los días”.
Desde Ciudad de Cáñamo (1974), pasando por Memoria del desencuentro (1981) hasta Piel inconforme (2014) y A bordo de mí misma (2018-19), sorprende la consistente identidad de su voz poética, que se presenta sin amarras, en total libertad, en un diálogo depurado con ella misma o con sus otros.
Desdoblamiento y empatía
La poesía de Mariamalia es una lección sobre cómo entrar y salir del dolor sin perder la translucidez “del tiempo del rocío”; cómo entrar y salir del amor y el desamor, sin hundirse en la hiel ni en el extravío de añosos rencores.
Hay un perpetuo desdoblarse, una mirada desde afuera, auto contemplativa, pero esta antología no es solo un viaje interior. También hay un trayecto de y para los otros.
En “Ancestral” se acerca a los pobladores originarios y dice: Regálame tus abalorios y tus labios/ cambiemos de traje, de historia/ y de amuletos/ por un tiempo”. En “A mi amigo el de la carretera” muestra respetuosa empatía: No conoce otro oficio que el de sonreír/ quizás de niño chapeaba zacatales/ o recogía frutas de los árboles/ o enceraba vetustas casonas de madera”. Esa misma empatía se manifiesta cuando busca la esencia de María la conserje, más allá de su oficio, porque “decir María, solamente, es abrir un nombre como una flor”.
Hay entrega y extroversión en los poemas a sus hijos y a Wolle Bissinger, donde vuelca su ser poético dedicada a descifrarlos, a regalarnos su esencia como ella la presiente, con una permanente sonrisa que nos hace desear haberlos conocido.
La pluma y el pincel
Como Mariamalia tiene dos dones maravillosos, el de la pluma y el del pincel, en los entresijos del poema van quedando cuadros iluminados que permiten a quien la lee desplazarse con gran facilidad entre las líneas, recreando desde los referentes propios esas acuarelas poéticas que nos regala la autora.
De principio a fin, esta antología es un canto en el que las palabras nos hablan en lenguaje sinéstesico, ya que la poeta no ceja en su empeño de “convertir al sol en jade”, al par que es una Penélope que espera mientras teje mariposas.
Así, nos dice (o, más bien, pinta para nosotros): Es un beso pequeño/ Parece un trocito/ de niebla y de labio…/; recojo mis pedazos/ como si fuesen cuentas de colores…/ Me corono de palabras…/ “¡Debo estar toda pintada de azul por dentro!”. Hasta sus abrazos son “de colores distintos”.
También pasa su mirada por las ciudades, como la Barcelona del año 1954, parras de espuma/ sobre el tambor dolido/ de alfileres. Moscú en 1977—donde los tomates y pepinos equivalen a un milagro; La Habana— en la que el sol rojo se derrite en el agua; y las lágrimas —termómetro de emociones— son coleccionables y con ellas anhela la poeta los tonos irisados del arcoiris: “Quiero que mis lágrimas/ cambien de color según el motivo/ y que se puedan guardar./ Quiero bañarme/ en ellas/pintarme con ellas, tornasolear”. La poeta acuarelista se mimetiza en su obra.
¡Ay de la piel!
Pero si hay una permanencia constante en estos poemas es la de la piel. Los del 2015 se titulan Piel inconforme, pero la piel está en Abordajes cuando se menciona y hasta cuando no.
Para Mariamalia, la piel posee la magia ancestral con la que “podemos cubrir el cuerpo y hacerla transparente”. Y hasta sus amadas montañas son “como piel de animal”. Pero es mucho más compleja la presencia de la piel en el conjunto: este es un poemario con piel, desde la piel y los cambios existenciales se miden como cambios de piel.
El amor se define también desde la piel: “Todos esos abrazos de colores distintos:/ los de amar –consuelo– sostén de penas/ los que no se confiesan/ los que nos estremecen y convierten la piel/ toda/ en un beso grande, la piel,/ así de grande el beso: la piel toda”. Y amarse es llegar hasta la piel del otro: “Si mi mano se atrevió en tu piel/ y no le tuvo miedo a la tormenta..”.
Es cierto que cuando la poeta lo desea, puede mostrar su piel de helecho, pero en el poema Tiempo vacío avisa: “arrancaré mi piel que conociste y te la devolveré…/ Te la devolveré con tu presente y con todo mi tiempo ya vacío…/ Mi piel en hoja/ palma de mano de árbol/ te la devuelvo”.
La ruptura en el amor consiste en eso: en entregar la piel, deshacerse de la piel, aquella que ya no es la piel de la poeta. “Deberé arrancar mi piel, pero de veras,/ y remontarme el esqueleto desde abajo/ por cada uno de mis huesos/ y olerme poco a poco/ y escuchar mi soledad/ y sostenerme”. Aunque, antes, la poeta deberá tratar de asomarse “por los ojos, desde afuera,/ y ver mi pulpa/ y mi semilla, más allá de esta piel empecinada/ en conciliarme’.
Después vendrá la urgencia del abrazo, la búsqueda de nuevo: “Es sólo amor envolviéndome como una piel. Sólo eso. Así de sencillo es el abrazo que yo busco”. La “piel nueva, como lágrima, aceite, ungüento fiel que lava y limpia…Digo, la piel, digo, el abrazo/ digo, el tacto, la piel nueva”.
“¡Nadie puede vivir sin su piel!” , afirma la poeta. Luego le surgen las dudas: “Piel ya no tengo. Pero tengo poros para cantarle y ríos como un sollozo inmenso o un llanto inundando de risas la piel nueva para mí. Y más tarde: “Ya no sé si soy piel o si soy fruta…”.
Hay un verso que nos queda rondando al cerrar Abordajes. Testifica la vocación de “caracola/ empecinada/con vocación/ de vuelo” en la poesía de Mariamalia Sotela y es toda una propuesta de vida: “Después de la disección, el amor gana”.
Les recomiendo leer esta antología de la obra poética de Mariamalia Sotela, con el corazón abierto.
Hermoso texto. Leer a Mariamalia es leer la vida en infinidad de colores.
Gracias Marjorie!
Gracias Eunice…
👌🏻🙏🏼