Entre las fechas que están llenas de tradición y supersticiones, las que cierran el ciclo del año y abren el que recién comienza ocupan los primeros lugares.
Según muchos creen, la mayoría de las acciones que se supone nos asegurarán felicidad, amor, suerte y hasta dinero, deben realizarse el 31 de diciembre, o a partir de las cero horas del día 1º de enero, para que conjuren todas las vibraciones negativas.
Para el efecto, existen todo tipo de prácticas, algunas más sencillas, otras más complejas, pero en su mayoría llenas de una visión asombrosamente mágica del futuro, como veremos de seguido.
Una de las razones por las que las tradiciones de fin de año permanecen, es porque muchas familias en todo el mundo saben que, aunque en el fondo no sean sino supersticiones, algunos de esos rituales fortalecen los lazos entre las diversas generaciones del grupo familiar y son divertidas. Sirven como un juego para lograr la integración de la tribu y como rompehielo de la última velada del año. Los niños van a recordar siempre las carcajadas en el paseo alrededor de la casa, vecindario o condominio —las cosas han cambiado por razones de seguridad— con las tías cargando las maletas, rito que se espera que les asegurará muchos viajes en el año que comienza. Y conservarán como un tesoro las doce monedas que les dieron los abuelos, que se supone les garantizarán prosperidad durante muchos días más.
La esquiva suerte. Muchos están convencidos de que pueden acercar la suerte, para que los favorezca los 12 meses siguientes, si la conjuran con ritos y amuletos. Hasta las personas que menos pensaríamos que son creyenceras, sin creer creyendo tienen algún secreto conjuro para el inicio de año.
Algunos preparan el pan del buen augurio, un bollo, dulce o salado y de formas diversas, al que se le inserta una pizca de arroz, otra de café y otra de azúcar, más una moneda nueva. Se amarra con cinta roja y se deja en un lugar fijo de la cocina durante todo el año. Hay quienes lo barnizan, para evitar que sea presa de los insectos, o lo envuelven en papel dorado o de celofán. El último día del 2020 deberán tirarlo bien lejos y colocar uno nuevo en su lugar. En un principio, la idea era que asegurara alimento y prosperidad, pero ahora el asunto se ha vuelto más pragmático y se cree que es un instrumento idóneo para ganar la lotería. Lo he visto colgando en varias cocinas, en sitios poco visibles.
Ah, la magia de los ajos. Otros colocan detrás de la puerta siete cabezas grandes de ajo, amarradas con una cinta roja. El uso del ajo como amuleto contra la mala suerte es una tradición muy antigua y se aplica en diversas culturas. Por eso los vemos en los filmes para ahuyentar a los vampiros y todo lo que supone una energía negativa. Después de las seis de la tarde del próximo 31 habrá que tirar las del año previo al menos a una cuadra de distancia de la casa. Quien se deshaga de ellos debe regresar por un camino diferente, para que no traiga de vuelta las malas vibraciones que recogerán los ajos durante los próximos doce meses, aseguran quienes en eso creen.
Rosas. Asimismo, a principio de año ha sido notoria en tiempos pasados y aún en los recientes, la venta de las rosas de la variedad llamada Príncipe Negro. Hay quienes compran siete de esas bellas flores, pero no para adornar la mesa en las ocasiones festivas, sino para deshojarlas sobre una palangana con agua, que deberán dejar afuera durante la noche, para que les dé el sereno. En la mañana habrán colado los pétalos y se habrán dado un baño con esa agua, mirando hacia el poniente; quienes así lo hacen están convencidos de que la suerte no les faltará.
Las santa-lucías. Una de las costumbres más arraigadas es la de recoger ramitos de santa-lucías, esas florcitas silvestres de color morado, que se supone que le darán buenos augurios al año que se inicia. La leyenda nace de la historia de la santa a quien le están dedicadas esas flores y que es la patrona de los ciegos.
Aunque no es cierto que le sacaron los ojos, sí sufrió martirio hasta la muerte. Su nombre significa luz y es la madrina de los no videntes. Los jugadores le piden que cause la ceguera de sus contrincantes, para que la suerte les favorezca solo a ellos [han de presumir que eso de amar al prójimo como a ti mismo no figura en el decálogo de la santa…].
La tradición señala que si recogemos y guardamos nuestras santa-lucías, la buena fortuna nos sonreirá por los doce próximos meses. Alguna gente las coloca en una bolsita dentro de la billetera, para que le ayuden a acercar el dinero.
En todo caso, esta es una costumbre que usualmente une a toda la familia en un agradable paseo al campo, en busca de los lugares en donde la flor ha brotado, a la orilla de las calles, en los paredones, o en medio de potreros y lomas.
Amarillo, el color de la fortuna. Aunque se dice que quien lleve ropa interior roja el primero de enero encontrará al amor de su vida, es el uso de esas prendas en color amarillo el que está más arraigado en la costumbre popular, ya que supuestamente será un gancho para la buena fortuna y todo lo mejor se hará realidad en el año que comienza. De ahí que muchas personas estrenen ropa amarilla el primer día del año. En nuestra cultura este es el color de la fortuna, la amistad y la prosperidad. Se cree que atraerá mucha felicidad y alegría. Remite al oro, al sol y a los sentimientos positivos; por eso es que se prefiere para arrancar con un nuevo calendario.
Hay varios dichos que ha utilizado nuestro pueblo y que se relacionan con este hábito de preferir el amarillo en esa ocasión. Era común que cuando alguien salía de amarillo el primero de enero, le decían: “Quien de amarillo se viste, a su hermosura se atiene“. O bien, de manera menos generosa, “quien de amarillo se viste, en la calle lo desvisten“.
Año Nuevo, vida nueva. Cuando en estos días circulan en redes diferentes posts y memes indicando que es un buen momento para deshacerse de los objetos que no se necesitan, para revisar la ropa que no se ha usado en meses y disponer de ella, reacomodar clósets y hacer limpieza profunda, los mayores recordamos la actividad febril en que entraban nuestras abuelas en el mes de diciembre. Se debía hacer una limpieza general del hogar y efectuar un repaso de lo actuado durante todo el año.
Eran las mujeres de la casa quienes se dedicaban a preparar el hábitat y el alma para el año nuevo. Ellas, posiblemente, no conocían la filosofía del feng shui, que solo se ha puesto de moda en el nuevo milenio, pero muchas de sus acciones en el mes de diciembre respondían a lo que parte del pensamiento oriental ha venido propugnando desde hace siglos.
Con escoba nueva. Fieles al dicho escoba nueva, barre mejor, se compraban la mejor que pudieran conseguir y movían muebles, desinfectaban rincones y quitaban cuadros y macetas. Abrían puertas y ventanas y dejaban que los vientos de diciembre movilizaran todo el aire estancado, como decían.
Al igual que lo hacen muchos pueblos del Oriente, no dejaban un solo lugar sin pasar por una limpieza profunda, antes del primero de enero. El 31 de diciembre, sin embargo, todo el equipo de limpieza (cepillos, escobas, trapos del piso, etc.), quedaban guardados hasta el dos de enero. Se pensaba, justo igual que en la China, que el primer día del año no se debía limpiar ni sacudir, ya que se podría barrer la buena fortuna.
La tradición china tiene un sistema más estructurado para estas labores, ya que la limpieza se debe hacer de la puerta hacia adentro y luego colocar el polvo en las esquinas de la habitación, sin recogerlo sino hasta el quinto día. De ninguna manera puede lanzarse la basura hacia afuera por la puerta principal, porque se cree que con ella podría irse un miembro de la familia y con él, la buena fortuna. Por eso se debe barrer hacia adentro (hasta un dicho hay a este respecto), y después recoger lo acumulado y botarlo por la puerta trasera.
Al finalizar la limpieza, nuestras antepasadas hacían sahumerios, quemando ciprés y eucalipto, una herencia de las poblaciones precolombinas, que quemaban copal (del náhuatl: copalli, que significa incienso) y otras resinas y yerbas naturales.
También se ha acostumbrado pintar (o en otros tiempos, encalar) las paredes, al menos la de la fachada, como una manera de ponerle buena cara al futuro.
Asimismo, al dar las doce de la noche del 31, había que abrir puertas y ventanas, para que el Año Viejo no se quedara atrapado entre la casa y el nuevo naciera con fuerza y energía.
Otras variadas costumbres de la época las dejo para después, pero con conjuros o sin ellos, ¡Feliz Año Nuevo y mucha felicidad y toneladas de amor para todos ustedes!